lunes, 22 de junio de 2009

Los Duendes del Monte


Recuerdo que en las vacaciones de verano, cuando Frutillar Alto era solo una aldea muy pequeña, nos quedábamos con la abuela toda la temporada en su linda y acogedora casa, eran inolvidables días de playa y paseos al campo.
Los cuentos, anécdotas y chascarros que la abuela nos contaba con tanta aguda gracia en esas noches estrelladas de verano, junto al resplandeciente brasero y al infaltable gato Sebastián siempre acurrucado a los pies de la abuela, se quedaron para siempre imborrables en la memoria…
En una de esas tantas noches, nos contó una anécdota que le toco vivir junto a sus dos hermanos un día que ellos fueron a recoger moras orillas de lo que en esos años llamaban los Frutillarinos el monte de picota.
Los leñadores contaban que en ese monte habitaban seres extraños que no eran de este mundo. Seres pequeños y juguetones y que algunas veces a los leñadores los desviaban de los caminos, los confundían por horas en el interior del monte. Una vez un leñador habría salido muy temprano a buscar leña para el almuerzo, cuando volvió se dio cuenta que había regresado un día después: él indagó, preguntó a los ancianos del pueblo, al cura, al señor alcalde, no logro ninguna explicación, sólo le dijeron: una mentira de esas no te la cree nadie y quedó como el mentiroso del pueblo. Sus amigos le decían: Pancho, cuando vayas al monte invéntate otra mentira.
Y como contaba mi abuela, estaba recogiendo moras con sus hermanos y de pronto desde las profundidades del monte, surgió una alegre música que acusaba que una gran fiesta que se estaba celebrando, cuando regresamos al pueblo no le contamos a nadie los que nos sucedió para no quedar como mentirosos del pueblo, igual como le paso a Pancho.

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